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Genotipo ahorrador: genes que ahorran en medio de un mundo de abundancia

L&S.- Vamos a hablar de la teoría del genotipo ahorrador. Pero para aclarar qué es, primeramente hay que exponer la enorme preocupación que los organismos mundiales de salud muestran en el incremento en la obesidad.  Eso está haciendo que se dedique mucho esfuerzo y recursos en su estudio. La obesidad en sí misma es realmente una enfermedad metabólica que compromete a varios sistemas del organismo. Provoca patologías severas, tales como hipertensión, diabetes, dislipemias, síndrome metabólico, etc.

Ocurre en todas las culturas, y todas las partes del mundo. Hay personas que dicen «engordar con el agua» y personas que coman lo que coman, son delgadas… El hecho de que en las mismas circunstancias algunas personas engordan más que otras hacen sospechar que hay algún factor causal común en este hecho y es por eso que surge la teoría sobre el genotipo ahorrador, el cual se explicaría como una estrategia del genoma humano en tiempos de escasez.

¿Engordar entonces no es una operación matemática de contar calorías ingeridas vs calorías gastadas? La respuesta a esa pregunta quizás esté en lo que explica la teoría del genotipo ahorrador

¿Qué es el Genotipo ahorrador o gen ahorrador?

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A principios del 62 el profesor de genética de la Universidad de Michigan Medical School James Gundia Neel  propone la teoría del «genotipo ahorrador» que plantea que los humanos tienen en su organismo un «regulador de uso de la energía» muy eficiente cuyo objetivo es la supervivencia en condiciones adversas.

La teoría del genotipo ahorrador es una teoría básicamente evolucionista que trata de explicar que el cuerpo ha ido adaptándose a las necesidades a través de miles de años, pero que en este corto espacio de tiempo en que todo se ha industrializado, no ha dado tiempo a que se adapte y por eso surge la obesidad. Pero nosotros vamos a ser algo más pragmáticos y lo veremos desde un punto de vista de lo que simplemente puede estar ocurriendo, sin necesidad de entrar en terrenos de evolución/creación, porque nos vale igualmente.

Sabemos que las condiciones en las que vivimos, no son las originales. Nuestros antepasados tenían que arreglárselas para sobrevivir ante escasez. Incluso con períodos largos de ayuno. Si querían comer, tenían que cultivar, o cazar. No tenían supermercados a la vuelta de la esquina, ni el coche en el garaje para moverse 100 mt. Mantenerse a uno mismo y a la prole requería un gran gasto de energía y muchas veces pasaban hambre, lo que requería una manera eficiente de sobrevivir en tiempo de escasez. A saber: almacenar reservas durante los períodos de abundancia. Esa capacidad estaría en el genotipo ahorrador y quienes eran más capaces de ahorrar energía, estarían más preparados para sobrevivir a la siguiente hambruna.

Con esta teoría se podrían explicar varias tendencias del ser humano según su manera de alimentarse:

  • Comemos todo cuánto podemos cuándo nos vemos frente a una mesa repleta de alimentos: nuestros antepasados necesitaban comer cuánto podían, porque no sabían cuándo sería la siguiente comida.
  • Preferencia por los alimentos grasos, o hipercalóricos. Cuándo tenemos hambre, nuestro genotipo ahorrador hace que de manera intuitiva nuestros ojos se vayan a ese tipo de alimentos y no a una pera, o un amanzana, por ejemplo, ya que esa  es la manera de que se produzcan reservas de energía en forma de depósitos de grasa.
  • La facilidad que el cuerpo tiene en almacenar el exceso calórico como grasa. Era imprescindible guardar para cuándo no hubiera y tener reservas para poder ‹tirar de ellas› en tiempos de mucho gasto físico, frío, o escasez alimentaria.

El gen ahorrador tenía un cometido. Ya no

Según la teoría del genotipo ahorrador, dicho gen era una característica eficaz para adaptarnos a tiempos adversos. Hoy en día hay países o circunstancias en que todavía surte efecto esa capacidad que tiene el cuerpo como defensa. Sin embargo, hoy en día la mayoría de las veces el genotipo ahorrador actúa en contra nuestro y es debido a la gran modificación que ha sufrido nuestro estilo de vida y la falta de cultura acerca de nutrición que existe.

Estamos literalmente rodeados de comida y bombardeados por el marketing que nos incita a ir en pos de lo más novedoso utilizando todas las armas que puede para acaparar la atención de nuestros sentidos. Nuestros trabajos casi todos están siendo asistidos por máquinas que nos facilitan los esfuerzos y por lo tanto, lo que antes requería esfuerzos físicos grandes, ahora se hacen con un menor gasto de energía y ni qué decir tiene que ha crecido en gran manera el tipo de trabajo en que sólo se utiliza el cerebro. Puesto de trabajo que agotan, no vamos a decir que no, pero que el cuerpo no se mueve. Es el sedentarismo. Es un sedentarismo obligatorio. Un cuerpo que genéticamente nos induce a gustar de alimentos grasos y calóricos en un mundo que no se gastan calorías.

El genotipo ahorrador que antaño fue una defensa y una manera de mantener la vida, ahora nos predispone a la obesidad. ¿El resultado? Cifras de obesidad muy altas con patologías asociadas.

El papel de la insulina en la gestión del genotipo ahorrador

Hay una entramada acción hormonal en este hecho. No es simple, pero diremos que la insulina es una hormona que permite que las células «absorban» glucosa de la sangre para usarla en el metabolismo, pero si las células musculares no captan dicha glucosa para convertirla en energía, son los adipocitos (células grasas) quienes lo hacen y en vez de convertirla en energía la convierten en grasa.

Como hacer que el genotipo ahorrador no ahorre

Nuestro objetivo debería ser hacer que el genotipo ahorrador no ahorre. ¿Cómo se consigue? Cambiando los hábitos que nos hace consumir lo que ahorra. Lo realmente cierto es que hay que hacerse a la idea de nadar contra corriente, pues el ambiente en que vivimos complace a nuestro instinto.

  • Las raciones de los alimentos que venden siempre son mayores que lo que necesitamos, por lo tanto, controlemos las raciones que consumimos.
  • Controlemos el índice glucémico de los alimentos.
  • Limitemos los hidratos de carbono que se consumen en poco tiempo (harinas refinadas, azúcares refinados, etc.).
  • La concentración energética de los alimentos precocinados ces muy alta. Cocinemos nuestros alimentos sabiendo bien qué y cómo hacerlo. Es la mejor manera de controlar que el genotipo ahorrador no ahorre.
  • Si nuestra vida es sedentaria, dediquemos  tiempo al gasto energético. La fibra muscular disminuye con el sedentarismo y la insulina no se gestiona correctamente como energía, sino, como depósitos de grasa. El cuerpo está hecho para el gasto de energía. Hagamos algún ejercicio físico que nos haga sudar diariamente.

Controlando el ahorro del genotipo ahorrador

Nuestro genotipo ahorrador no tiene como objetivo que seamos delgados, sino que tengamos energía en tiempo de necesidad. Somos nosotros de manera consciente los que tenemos que contrarrestar su obsesión porque no nos muramos de hambre. Hagamos que el cuerpo se sienta saciado antes de comer. Una pieza de fruta media hora antes de comer puede ser suficiente para conseguirlo. Controlar la ingesta de alimentos hiperenergéticos es la mejor manera de que el «maldito genotipo ahorrador» no tenga nada que ahorrar. Sepamos cuántas calorías necesita nuestro cuerpo y actuemos conforme a ello. No le demos más.

En cualquier caso, si la explicación de que algunos humanos tienen un genotipo ahorrador, o un gen capaz de actuar como en tiempo de guerra, aprendiendo a ahorrar cuándo hay «para cuándo no haya» es coherente para explicar lo que actualmente estamos viviendo. El ser humano no está preparado para el sedentarismo y al mismo tiempo comer y comer alimentación con exceso de calorías.

La presencia del gen ahorrador o su ausencia sería lo que respondería a la pregunta del porqué ciertos individuos, coman lo que coman no engordan y ciertas personas viven en un control constante de sus calorías, porque a la más mínima que se pasen, engordan y les resulta extremadamente difícil bajar de peso. Este último tipo de genética haría que el mayor porcentaje de lo que ingiere, lo convierta en grasa de reserva.




Una buena manera de mantener equilibrio insulínico en el metabolismo de los alimentos es tomando:

CAFÉ Y TÉ VERDE DE ALTO RENDIMIENTO PARA CONTROLAR EL PESO:

El café verde descafeinado o el té verde de Lamberts son muy aconsejables como «quemagrasa». Además tienen el plus de controlar la ansiedad por las comidas a deshoras y el ‹asalto a la nevera› que tanto nos desespera. Excelentes aliados para cuándo comas fuera de casa.


 

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Beatriz Puente

- Posgrado en Nutrición Humana por la Universidad Juan Carlos 1º y por el Colegio de Nutricionistas de Madrid Experta en Nutrición aplicada a la salud por la Universidad de Almería (UAL). - Diplomada en Medicina Ortomolecular y diplomada en Nutrición deportiva por la UAL. - Redactora especializada en artículos de salud desde 2009 en diversos medios

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Beatriz Puente

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